La ruta con personalidad propia que combina naturaleza y sabor
La Ruta del vino Arlanza, un lugar donde la historia y su cultura viajan en el tiempo
La ruta con personalidad propia que combina naturaleza y sabor
Al sur de la ciudad de Burgos y al este de Palencia, en una tierra modelada por viñedos, sabinares, campos de cereales y girasoles, se extiende la Ruta del Vino Arlanza. Este recorrido sigue el curso del río que le da nombre, desde los bosques de pino en Quintanar de la Sierra hasta su desembocadura en el Pisuerga, a la altura de Torquemada, marcando la frontera con Palencia. Naturaleza y vino se entrelazan en este paisaje de 2.000 km², donde el entorno es protagonista.
La variedad Tinta del País —también conocida como Tempranillo— ha echado raíces aquí desde tiempos antiguos, y es la responsable de dotar a los vinos de esta zona de una personalidad única. A lo largo del camino, el visitante encuentra pueblos salpicados de historia, con casonas blasonadas del siglo XV que hablan de nobleza y tradición.
La Ruta atraviesa tres comarcas con paisajes que parecen sacados de una postal: El Cerrato, Arlanza y Sierra de la Demanda. En los Valles del Cerrato predomina un entorno agrícola típicamente castellano, con amplias extensiones de cultivo y pueblos que conservan su esencia rural. Al adentrarse en Burgos, el paisaje continúa en forma de parameras abiertas, como las que rodean Los Balbases.
La comarca del Arlanza está surcada por ríos y arroyos, cuyas orillas albergan bosques de encinas, robles y sabinas. Es un entorno natural privilegiado, moldeado por el tiempo y la erosión, que ha dado lugar a formaciones geológicas, cascadas, cortados y grutas. En este contexto se encuentra el Desfiladero de La Yecla, un espacio natural espectacular que se recorre por pasarelas colgadas sobre una profunda grieta, hogar de una de las mayores concentraciones de sabinas del mundo.
Más al sureste, la Sierra de la Demanda ofrece otro de los paisajes destacados de la Ruta. A través de pueblos como Covarrubias y Santo Domingo de Silos, el viajero se adentra en un entorno declarado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), ideal para la observación de especies singulares en vuelo. Además, numerosos espacios han sido reconocidos como Lugares de Importancia Comunitaria (LIC), lo que permite disfrutar del senderismo y otras actividades al aire libre en lugares como las riberas del Arlanza y el Pisuerga, los sabinares, los Montes del Cerrato o los páramos de Torquemada.
Esta tierra también se define por su legado histórico. Desde la época romana hasta la Reconquista, ha sido testigo de grandes transformaciones, dejando tras de sí un valioso patrimonio que se refleja en castillos, fortalezas y arquitectura tradicional. En cada municipio, las casas se agrupan en torno a iglesias y plazas, creando conjuntos urbanos que evocan tiempos medievales.
Una de las muestras más auténticas de esta cultura popular son los tradicionales barrios de bodegas, excavadas en la tierra desde el siglo VII. En ellas se elaboraba y almacenaba el vino para consumo familiar, y hoy siguen siendo lugares de reunión. En el recorrido, también verás antiguos palomares —testigos mudos de la cría del pichón en el Cerrato—, molinos y elementos característicos como la "candonga", esa chimenea cónica típica para curar carne de matanza.
Los grandes monasterios de la zona, rodeados de silencio y espiritualidad, nos recuerdan cómo el vino formaba parte esencial de la vida cotidiana. Hoy en día, estos espacios siguen ofreciendo productos artesanales que deleitan al visitante.
En cuanto a los vinos, la Tinta del País domina la producción, aunque también están autorizadas variedades como Garnacha, Mencía, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot, Merlot, Albillo y Viura. Las condiciones climáticas, con marcados contrastes de temperatura, favorecen una uva de piel gruesa, rica en aromas y color, perfecta para obtener vinos intensos y expresivos.
Estos caldos maridan a la perfección con los productos locales: pimientos de Torquemada, cerezas de Covarrubias, cebollas de Palenzuela o los reconocidos quesos del Cerrato. La gastronomía, muy ligada a la tradición castellana, se basa en productos de la matanza del cerdo como morcilla, chorizo o picadillo. A ello se suman platos de caza menor, setas silvestres, caracoles, cangrejos y truchas, todos ellos aderezados con hierbas autóctonas como el espliego, la salvia o el tomillo.
No te vayas sin probar el lechazo, verdadero emblema culinario de la zona, asado en horno de leña o a la brasa, siempre acompañado por un buen vino de la D.O. Arlanza. Y si buscas sabores más tradicionales, apuesta por las sopas de ajo, las setas, el cocido o la olla podrida.
Para llevarte un dulce recuerdo, visita alguna de las pastelerías o panaderías que existen en las localidades que confroman la ruta y prueba sus dulces artesanales: trufas, pastas, hojaldres, tartas o licores de hierbas, elaborados con mimo y tradición.
La Ruta del Vino Arlanza no es solo un destino turístico: es una experiencia completa que combina naturaleza, historia, arquitectura y sabor. Un lugar donde cada paso invita a descubrir la esencia más auténtica de Castilla.
Déjate envolver por el ritmo pausado de una tierra que respira vino, historia y hospitalidad, ¡El Bierzo te espera con los brazos abiertos y la copa llena!
Todo un imperio enoturístico que gira en torno a la especial variedad de uva Rufete, cultivada en bancales
Un recorrido que propone un viaje por el paisaje y el patrimonio de la zona, al tiempo que supone toda una experiencia gastronómica