Armando Lovera narra en 'De Roberto a León' su relación con el papa: "En toda 'amistad del alma' está Jesús"

Peruano, afincado en Valladolid, conoció a Robert Prevost en Colombia durante su etapa de misionero y su vínculo perdura hasta la actualidad

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Armando Lovera narra en 'De Roberto a León' su relación con el papa: "En toda 'amistad del alma' está Jesús"
Armando Lovera, con su libro 'De Roberto a León'. Foto: R. P.
El autor esRebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
Lectura estimada: 8 min.
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Hay amistades que nacen del alma y permanecen más allá del tiempo, unidas por la fe y la búsqueda compartida de Dios. Así describe Armando Lovera su relación con el actual papa León XIV, a quien conoció cuando ambos compartían vocación y camino en tierras latinoamericanas. De aquel encuentro entre un joven peruano en discernimiento y un misionero agustino estadounidense surgió un vínculo profundo, una amistad marcada por el respeto, la oración y la certeza de que Cristo habita en el encuentro humano.

Años después, ya afincado en Valladolid -donde llegó en 2012 para continuar su labor editorial con los jesuitas tras una etapa en Bilbao-, Lovera ha querido rendir homenaje a esa amistad y al hombre que hoy guía a la Iglesia universal. Su libro, 'De Roberto a León', no es solo el retrato de un pontífice, sino la crónica de una cercanía tejida en lo cotidiano: en las conversaciones sencillas, en los gestos de servicio y en la alegría serena de quien vive el Evangelio sin artificios.

PREGUNTA: Usted acaba de escribir el libro 'De Roberto a León' en el que relata la relación con Robert Prevost, actual papa León XIV. ¿Cómo se conocieron?

RESTPUESTA: Yo viví de una parroquia de agustinos, con formación en un colegio agustino y llegó un momento que también quería ser misionero agustino. Entonces, me mandaron a Colombia. Allí, cuando estaba en un proceso de discernimiento, conocí al padre Roberto, que me lo presentaron como americano y como canonista. A mí esas cosas me chirriaban porque yo estaba en una época todavía muy joven, muy contestatario, y para mí un estadounidense era el yankee que oprimía los del sur, y ¡además canonista! Pero en cuanto se presentó y comenzó a hablar los prejuicios se me vinieron abajo. Me pareció una persona muy interesante. Comenzó a contar su experiencia como misionero. Él estaba en Perú, en Trujillo, pero los misioneros en esos tiempos estaban amenazados por Sendero Luminoso [grupo terrorista]. Las décadas del 90 al 2000 fueron muy convulsas. Fujimori, el grupo Colina, que era un grupo paramilitar que hacía ejecuciones de parte del digamos del Estado… Vivíamos en momentos de polarización fuerte, y entonces su trabajo siempre fue construir en medio de ese entorno.

P: ¿Cómo surgió la idea de escribir de 'Roberto a León'? ¿Hubo algún momento o acontecimiento que impulsara la idea?

R: Hay dos momentos. El primero, es en el mismo día de la elección. La gente en Perú, amigos que conocen nuestra cercanía, me comienzan a llamar. Yo estoy, digamos, muy emocionado. Pero hay también números ocultos que empiezan a llamar. Cojo a uno y son periodistas que quieren tener una impresión, que saben que somos amigos, y les pido disculpas porque no sabía qué decir.

Y en la tarde, recibí otra llamada. Sucede que yo me casé en Bilbao y el padre Roberto fue testigo de mi parte. Yo trabajo para la Editorial Mensajero de los jesuitas, y el director, Ángel Pérez, que era un jesuita, también estuvo presente en mi boda. Claro, un sacerdote con otro sacerdote, les puse un espacio que estuvieran juntos y para que conversaran. Entonces, Ángel Pérez me llamó el día de la elección para decirme: "¡Es Roberto, ahora es el papa!". Y como me seguían llamando y no sabía qué hacer, a las 10 de la noche le llamé, porque él es periodista también, y le dije: "Hay esta situación, ¿qué hago?". Y él me dijo, "Igual es una ocasión para mostrar a la gente su lado humano". Y me dijo que me lo pensara, pero, claro no soy escritor.

Por otro lado, tras elegirse al nuevo papa salieron muchos libros. En la editorial, tradujimos uno de un periodista y se presentó en el consejo editorial. Ese mismo día dijeron: "Oye, hay que buscar a algún amigo que escriba en español algo sobre este papa". Y uno que estaba presente dijo: "Pero, si Armando es su amigo". Entonces, este señor se me acerca y me dice: "Armando, ¿te atreverías a escribir un libro para sobre papa?". Y le dije, "Tengo ganas, pero no sin su permiso". Así que el día 16 de mayo le llamo y entonces le propuse: "Mira, la gente te quiere conocer, quiere conocer quién eres, quiere conocer a los agustinos, quiere conocer un poco de tu vida y a mí me gustaría hablar de ti, sobre lo que eres". Y él me dijo: "Confío en ti, eres mi amigo". Y con eso ya tuve bastante.

P: El libro precisamente habla de una "amistad del alma". ¿Qué hace que una amistad llegue a esa profundidad espiritual?

R: Yo creo que nunca es una profundidad conseguida porque hay un tercero en esta amistad del alma que es Jesús. Un personaje histórico que por nuestra fe lo mantenemos vivo. Creemos en él que está presente en la Eucaristía, que se hace presente cuando dos o tres cristianos se reúnen en su nombre. Entonces, no es algo físico, es algo del alma. Y eso es lo que planteo, y lo planteo desde la perspectiva agustiniana, porque él [León XIV] desde que fue niño entró al seminario menor agustino y toda su vida fue agustino. Y en los mimbres de esta espiritualidad, está la búsqueda de la verdad en el interior de uno mismo, porque, según San Agustín, en la parte más honda de uno mismo se encuentra Dios. Hay que descubrir, pero no para quedarnos ahí, sino para sanarnos para, luego, desde esa redención, darnos a los demás en el servicio. Y San Agustín lo propone en un entorno de amistad, de vida cotidiana.

P: ¿Recuerda alguna anécdota significativa que revele quién es Robert Prevost en la vida cotidiana, más allá del papa?

R: Sí, hay una que apunto como una nota en el capítulo 17. Él era formador de jóvenes que querían ser agustinos y a fin de al final de un año, un aspirante que quería ser agustino decidió no continuar porque había llegado a la conclusión de que ese no era su camino. Estaba en Trujillo, a 560 km al norte de Lima. Se fue después de Año Nuevo y el autobús tuvo un accidente y el chico falleció cerca de Lima. Entonces, los padres del chico, al enterarse, pidieron al padre Roberto que fuera a por el cuerpo del joven y que lo llevara hasta donde ellos estaban. El chico era de un pueblo en la zona norte del Perú, una zona rural. El padre Roberto dijo que sí, cómo no. Esperó por toda la documentación y se fue a por el cuerpo del chico. Entonces, se dio la confusión de que el nombre del padre Roberto, que fue a recoger el cadáver, figuró por error entre los fallecidos y un periódico tomó nota de eso y lo publicó en la ciudad diciendo: "En el accidente falleció el padre Roberto". Y entonces la gente de la parroquia, sobre todo las gentes más vulnerables de la zona más empobrecida, se juntaron y se fueron hasta la casa de los agustinos con periódico de mano a dar el pésame por el fallecimiento del padre. Tocaron la puerta y cuando lo vieron abrir la puerta, se llenaron de alegría. Esta anécdota muestra dos cosas. Primero, su disponibilidad hacia un amigo, aunque haya decidido no seguir con los agustinos, para ir a por él, por su cuerpo, y por otro lado, muestra el cariño que le tenía a la gente. De hecho, su cumpleaños se celebraba una semana y no es exageración porque toda la gente quería celebrar con él.

P: ¿Qué rasgos personales de Robert Prevost cree que marcarán su pontificado como León XIV?

R: Aunque parezca simple decirlo así, es una persona con muchas cualidades. Estuvo 12 años de prior general de la orden de los agustinos en el mundo y tiene bastante dominio de idiomas: habla español con soltura; habla, por supuesto, inglés; habla francés, y habla portugués. Esto le permitió hablar directamente con la gente, acercarse a la gente sin intermediarios. Y, hay un detalle que es muy cercano, y es que él recibía lo que le daban cuando la gente le ofrecía comida, aunque a veces no fuera de su gusto, pero él comía de todo. Era muy agradecido. De hecho, él llegó a Chulucanas, invitado por el obispo para ayudar a la transición de prelatura a diócesis, como él había estudiado derecho canónico, el obispo lo invitó y él fue allí. Y entonces, como él comía de todo, allí pilló la tifoidea que casi le mata, porque es así, toma agua, toma lo que le sirvan… Él decía siempre: "Hay que recibir lo que la gente da porque no le da lo que le sobra, da muchas veces lo que tiene de comer y lo da con mucho amor". Entonces, en su pontificado, va a influir mucho su cercanía, su entendimiento, es una persona que sabe escuchar y los procesos de escucha siempre llevan tiempo.

P: En su libro menciona la sintonía de León XIV con el legado de León XIII. ¿En qué aspectos ve esa continuidad?

R: León XIII fue uno de los salvadores de la orden de San Agustín, porque la orden de San Agustín en tiempos de León XIII, un poco antes, entró en crisis porque, por ejemplo, Napoleón al ocupar Roma expropió las propiedades de los de los frailes, de los curas, sobre todo conventos de las órdenes religiosas y les expulsó también a los religiosos. El padre de León XIII, que era un noble italiano, lo que hizo fue recuperar esas propiedades de los agustinos para devolvérselos posteriormente y luego para promovió que esos monjes que fueron expulsados siguieran viviendo ahí. Cuando León XIII llega a ser papa, una de las cosas que hizo fue recuperar y fortalecer la espiritualidad agustiniana.

Entonces, considero que el papá León XIV, su nombre, lleva por un lado, la doctrina social de la Iglesia. Evidentemente, lo dijo, estamos en nuevos tiempos: inteligencia artificial, redes sociales, comunicación, globalización que ha venido, pues todo esto va a marcar grandes cambios como lo estamos viendo. Y por eso quiso honrar ese nombre. Pero además de ese detalle, él dijo, hay otras razones. Entre otras razones está pues el cariño que tenía León XIII a los agustinos. León XIII fue uno de los papas, al menos en la parte de Perú, que promovió las misiones y fue en ayuda de los indígenas que eran esclavizados. Mandó misioneros y encargó los agustinos el pastoreo espiritual de la parte norte amazónica del Perú de donde soy yo.

Luego, también, está su devoción a la Virgen del Buen Consejo, que es una devoción muy de mucho cariño que tienen los agustinos.

P: ¿Qué le gustaría que los lectores se encuentren o que se lleven consigo al terminar el libro?

R: Que el mensaje de Jesús es realmente una buena noticia, una noticia alegre. Los cristianos tenemos cara de amargados o de tristes y es un poco es un poco contradictorio porque evangelio significa 'buena noticia', 'motivo de alegría'. Que él dijo en su mensaje que "el mal no prevalecerá sobre el mundo". Y que este mensaje se hace carne en pequeñas cosas y una de esas cosas es la vivencia de la amistad. Tenemos muchos amigos, pero también podemos encontrar en esos amigos el rostro o la palabra de Jesús. Y si eres cristiano, mucho más, porque consideras que donde dos o tres estén reunidos en su nombre, Jesús está ahí presente. En este caso, yo soy bendecido porque este amigo ahora es papa, pero no es mi único amigo. Tengo muchos amigos y me ayuda a valorar las amistades que tengo.

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