Guardar y hacer guardar la Constitución

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Guardar y hacer guardar la Constitución
El autor esDiego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

Antes de que se desatase el delirio que ha convertido al Gobierno y a este Partido Socialista, primero de Ábalos y ahora de Cerdán, en la familia de la tele o en un programa de aquellos en los que Cárdenas hablaba con Carlos Jesús el de Raticulín, comenzábamos felices la semana celebrando que el lunes se cumplían siete años del advenimiento de nuestro amado líder a la presidencia. Es cierto que es difícil resistirse a hocicar en la pocilga de la periodista Leire, el empresario Dolset y otros miembros de su ONG de ayuda a las víctimas de las cloacas del Estado, pero creo que hay que prestarle a la efeméride la atención que merece.

El dos de junio de 2018 Sánchez prometió el cargo y "guardar y hacer guardar la Constitución", esa misma que establece, por ejemplo, la obligación de presentar presupuestos generales del Estado cada año "al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior". Pero bueno, ya sabemos que en esta España de las crónicas marcianas todo es interpretable e incluso reinterpretable. Todo es confuso, ya nadie entiende de plazos y ni siquiera los portavoces de los partidos saben cuándo empieza o acaba una legislatura. No hay más que ver ese vídeo que Esther Peña se ha grabado diciendo que "las cloacas dirigidas por el PP la pasada legislatura, están muy nerviosas". Igual no se ha enterado Peña de que la pasada legislatura ya gobernaba su Pedro. Y la anterior también.

Siete años, siete, guardando y haciendo guardar la Constitución. Siete años desde que Ábalos nos explicase desde la tribuna del Congreso cómo los del PP "crearon por su particular uso del poder un verdadero círculo prefecto de corrupción, encubriéndola con tretas y artimañas, obstaculizando la justicia para tratar de engañar a la gente. Para ello no han dudado en acusar de prevaricación a los jueces". Se preguntaba el tío de las sobrinas y todavía diputado "¿Qué pensarán los jueces de este país?". Y exigía además al gobierno de Rajoy "reconocer los hechos, pedir perdón, colaborar con la justicia y asumir las responsabilidades políticas". Porque les acusaba de "negar lo evidente, mirar para otro lado y culpar a la oposición".

Sólo dos meses después, lo de esta gente sí que ha sido rápido, Koldo García ya era su hombre de confianza, Jessica ya tenía piso y empleo público y Aldama campaba a sus anchas por ese Ministerio de Fomento dirigido por Ábalos, el azote de los corruptos. Muchas cosas han cambiado en estos siete años, y más aún desde el final del Gobierno de Rajoy o del de Felipe González. Pero tengo la sensación de que todo sigue igual y de que la historia se repite, ya no sé si como una farsa o como una ristra de eructos tras engullir un atascaburras pasado de ajo.

Seguimos respirando ese mismo olor a podrido y volvemos a ese dejà vu en el que cada día se suceden los escándalos, las revelaciones de conversaciones soeces e inadecuadas, salen a la luz grabaciones de vídeos y audios indecorosos, llueven los dosieres, se multiplican las conspiraciones, rezuman las cloacas y los mandamases se empeñan en negar lo evidente. Y por supuesto, entra en escena ese elenco de personajes sórdidos y vulgares, fontaneros o urdidores de tramas maquiavélicas de todo a cien. Todo apesta a Roldán, a Paesa, al capitán Khan, a esa Carmen Salanueva que compraba papel para el BOE a precio de seda de morera, a ese chófer de los ERE que quería asar una vaca con los billetes que le sobraban. El tufo al Bigotes, al tesorero, su mujer y el cura de pega, se hace insoportable. Pasan los años y cambian los nombres, pero el hedor es el mismo. Y como los pedos, a veces pueden parecer graciosos, pero sólo a los que se los tiran.

Pero lo más grave de esta semana y de estos últimos cuarenta y muchos años que llevamos en democracia no debería pasar desapercibido entre tanto circo y tanta pantomima. La piedra, toda una rueda de molino, sobre la que Pedro construyó esta legislatura, esta, señora Peña, es esa ley de amnistía con la que Conde Pumpido, colocado por Pedro Sánchez para ayudarle a guardar y hacer guardar la Constitución, nos va a hacer comulgar. Creo que es la primera vez que se filtra el borrador completo de una sentencia del Tribunal Constitucional, su texto íntegro. Y siendo esto insólito, más insólito aún es que en este país que se dice democrático todos sepamos ya lo que van a votar los magistrados dentro de unos días.

Pero el problema no es sólo ese, sino también que todos sepamos que, si el 22 de julio de 2023 el mismo tribunal con los mismos miembros hubiese deliberado sobre la misma ley de amnistía, la hubiesen declarado absolutamente inconstitucional. Y sabiendo todo esto, da incluso hasta pereza ponerse a analizar los pormenores de un texto redactado para llegar a una conclusión previamente establecida. El gran argumento, tampoco se han devanado mucho los sesos Pumpido y su ponente, es que la amnistía no está expresamente prohibida en la Constitución. Un razonamiento que sonrojaría hasta a un estudiante de primero de derecho.

Si lo damos por bueno, ya nos podemos dar prisa en reformarla porque que yo sepa la Constitución no prohíbe expresamente la trata de blancas ni la sodomía con bebés. Pero diga lo que diga el borrador, la ponencia o la futura sentencia, la ley de amnistía es el pecado original de esta legislatura. Una ley dictada por los delincuentes a los que beneficia y negociada en Suiza para obtener una investidura a cambio de impunidad es la mayor corrupción política que se puede concebir. Es una ley corrupta precisamente porque corroe y porque esa corrosión amenaza gravemente con acabar destruyendo los cimientos de un sistema, el del estado de derecho, sin el que no puede existir ni la democracia ni la libertad.

Si un presidente del Gobierno puede ofrecer impunidad a un delincuente a cambio de favores pasando por encima de las sentencias judiciales, si en nombre de todo un país se procede a eliminar cualquier delito y a maniatar a los tribunales, todo el resto son asuntos menores. Lo de Leire, lo de Cerdán, lo de Koldo, lo de Ábalos, lo del fiscal, lo del hermano, lo de la señora y todo lo que vaya saliendo a la luz en este tiempo de descuento podrá resolverse de igual forma, eso sí guardando y haciendo guardar la Constitución. El resto son divertimentos para quienes disfrutan con la casquería y las bombas lapa, como informan con gran rigor Pilar Alegría, María Jesús Montero y Óscar López.

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