La IA conquista 2025: más presente, más consciente y más cuestionada

Su integración en servicios digitales se acelera mientras aumentan las alertas sobre regulación, sesgos y uso responsable

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La IA conquista 2025: más presente, más consciente y más cuestionada
Raúl Casado
Lectura estimada: 4 min.

La progresiva pero silenciosa incursión de la inteligencia artificial durante los últimos años (navegadores, buscadores, escritura predictiva o plataformas que sugieren contenidos o compras) ha dado un importante salto cualitativo durante 2025, para irrumpir de forma repentina en tareas cotidianas, pero con una notable diferencia: ahora los usuarios son plenamente conscientes de cuándo la utilizan.

La IA ha dejado de ser una disruptiva promesa tecnológica y su presencia se ha convertido en cotidiana, pero ya no es invisible. Muchos de los servicios más básicos y extendidos de la era digital —el correo electrónico, las aplicaciones de mensajería, los buscadores de internet o las redes sociales— han incorporado su "modo IA", al que los usuarios recurren de manera plenamente voluntaria.

Y todo ello a pesar de los recelos y la desconfianza que los ciudadanos revelan todavía hacia la inteligencia artificial, algo que vuelve a ponerse de relieve en numerosos trabajos sociológicos y estudios científicos. Estos advierten de la preocupación por su posible uso para difundir bulos y desinformación, cometer actos ilícitos, reproducir sesgos, aplicarse de forma indebida en procesos de selección, facilitar la utilización o filtración de datos personales o incluso sustituir determinados empleos.

Pero 2025 quedará en la intrahistoria de la tecnología como el año en el que los usuarios comenzaron a utilizar la IA de forma consciente y voluntaria. Es el momento en el que se recurre a asistentes virtuales como Alexa, Siri o ChatGPT para redactar textos, organizar agendas o planificar viajes, y en el que los diferentes sistemas, ya incorporados como herramientas de trabajo, generan informes, resumen correos electrónicos o reuniones virtuales y sugieren múltiples respuestas.

IA EN Google, X o WHATSAPP

Las plataformas educativas ofrecen ejercicios personalizados y sistemas que se adaptan a los diferentes ritmos de aprendizaje o que permiten practicar idiomas. El uso de la IA se ha generalizado también en numerosos sectores y profesiones: médicos, abogados y programadores emplean herramientas basadas en esta tecnología para recopilar información, generar gemelos digitales, analizar datos o preparar documentos y presentaciones.

El buscador más popular del mundo, Google, ha incorporado este año su herramienta de inteligencia artificial, Gemini, y el "modo IA" como una de las opciones más destacadas de su presentación. La aplicación de mensajería WhatsApp, del grupo Meta, incluye desde marzo la posibilidad de interactuar directamente, y desde la página de inicio, con su propia IA. Del mismo modo, las principales redes sociales —TikTok, Instagram, Facebook o X— ofrecen herramientas similares con accesos directos que no solo permiten hacer recomendaciones, sino que también ayudan a los usuarios a crear contenidos.

Los diferentes sistemas de IA han aprendido —y mucho— durante los últimos años hasta personalizar al máximo sus recomendaciones. Esto ocurre tanto en plataformas de compras como Amazon, eBay o AliExpress, como en servicios de entretenimiento y ocio como Netflix o Spotify. Además, muchos de los sistemas más extendidos del mundo —ChatGPT, Perplexity, Grok o el AI Assistant de Adobe— ayudan y asisten ya a millones de trabajadores en sus labores cotidianas, contribuyendo a aumentar la eficiencia y la productividad.

USO ÉTICO Y RESPONSABLE 

El cambio radical producido durante el año que termina es que ahora la IA actúa, además, de una forma absolutamente visible, y el usuario es plenamente consciente de que la utiliza de manera voluntaria y deliberada, aunque también se han extendido los sistemas que siguen haciéndolo de forma "invisible".

Teléfonos y dispositivos con escritura predictiva o sistemas de autocorrección, que aprenden del usuario y se adaptan a su estilo; navegadores que calculan las mejores rutas en función del tráfico o el estado de las carreteras; o electrodomésticos que ajustan su funcionamiento a las rutinas del hogar son ejemplos de cómo la IA opera en segundo plano sin que los usuarios sean conscientes de ello.

A esto se suman los dispositivos que analizan patrones de salud y bienestar —sueño, estrés o anomalías cardíacas—, que monitorizan el ejercicio y la actividad física; los asistentes virtuales, cuyas conversaciones e interacciones son cada vez más fluidas; los chatbots que ofrecen atención al cliente las veinticuatro horas del día, siete días a la semana; o las predicciones meteorológicas, cada vez más precisas gracias al análisis de millones de datos procedentes de satélites, radares o estaciones terrestres.

Además, la nueva tecnología se ha convertido en motor de crecimiento para las grandes compañías tecnológicas, que han presentado resultados financieros sólidos y megainversiones en infraestructuras, incluso en medio de alertas sobre una posible burbuja en el sector.

Así, 2025 queda como el año en el que la IA deja de ser una promesa y se convierte en compañera de muchas rutinas: a veces de manera visible, a través de herramientas activadas voluntariamente, y otras desde algoritmos que trabajan en segundo plano y moldean la forma de informarse, consumir, trabajar o relacionarse. Pero también como el año en el que numerosos foros insisten en la necesidad de regular y garantizar un uso ético y responsable de la inteligencia artificial.

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