SpeaKers Corner

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Por Andrés Miguel

Por mal camino


Comienzo por un esquema, soy consciente. Quienes nacimos en los años 60 del siglo pasado tenemos la jubilación a la puerta de la esquina. Parece razonable afirmar que recibimos de nuestros padres y abuelos una sociedad mejor que la que ellos heredaron, menos dividida, más saludable, más cómoda. Crecimos en un entorno de libertad y pudimos alcanzar nuestros objetivos de juventud con cierta holgura. Había trabajo y, por tanto, necesidad de esforzarse, la Sanidad llegaba a todos, también en los pueblos, en las casas dejó de faltar comida, mejoraron las economías e, incluso, la gran mayoría de los ciudadanos podían salir cada verano de vacaciones a la playa, con su recién estrenado Seat 600 ó en el Simca 1200. Cuando, ya adultos, nos tocó trabajar, lo hicimos 'a full', así nos habían enseñado, y progresivamente fuimos colaborando en construir un estado de bienestar que nos permitió codearnos con aquellos países que siempre presumieron de ello. Aquí se vivía bien. Solemos decir que trabajábamos para vivir mientras nuestros padres vivieron para trabajar. Más o menos.

Cuándo lo hemos estropeado y quiénes, 'no me consta' (que diría el Uno), pero la cosa no va bien. Para mí es evidente, aunque nos resistamos a verlo.

Hay, sin embargo, otros que sí lo han hecho y comienzan a pautar medidas que, aunque en el presente serán impopulares, resultarán fundamentales de cara al futuro, si no queremos que nuestros hijos y nietos se encuentren viviendo circunstancias parecidas a las que vivieron nuestros padres y abuelos. 

Dirás que exagero.  

Mira el titular: "Bélgica endurece las bajas y elimina el paro 'eterno' ante el colapso del estado de bienestar. (Las prestaciones de desempleo finalizarán en enero de 2026 para las personas que llevan 20 años desempleadas)".

Francia y Alemania han comenzado ya a tomar medidas con el objeto de rebajar una deuda pública que ya es inasumible, congelando gasto social o eliminando festivos, entre otras cosas.

Recientemente un estudio de FUNCAS (centro de análisis dedicado a la investigación económica y social que forma parte de la Obra Social de CECA ) viene a señalar que España tiene la mayor tasa de pobreza infantil de la Unión Europea, con un 29,2% frente al 19,3% de media, seguido de Bulgaria (28,2%) y Rumanía (26,2%). Los países con menores tasas son Dinamarca (10,1%), Eslovenia (10,7%) y Finlandia (11,6%). España también sale mal parada en términos de riesgo de pobreza o de exclusión social entre los menores de 18 años, con un 34,6% frente al 24,2% del promedio europeo.

Luis López de Castro Alonso, el pasado agosto, señalaba en su Blog que, mientras otros países se ponen manos a la obra en este sentido, en nuestro país promovemos el subvencionismo, para callar bocas y mantener a la población anestesiada, en lugar de promover el crecimiento económico a través del trabajo. No me atrevo a discutir esta aseveración (no soy político), lo veo tal cual.

Las ratios de pobreza infantil o de exclusión social de menores de 18 años son tan sólo dos indicadores de que deberían alarmarnos. No lo hacen, las obviamos. Y nos pesará algún día. Que seamos el país de Europa con mayor tasa de pobreza infantil me parte el corazón, me repugna que el Gobierno que no iba a dejar a nadie atrás sea insensible a tamaña vergüenza.

He trabajado toda mi vida y he estado pagando la pensión de quienes me precedieron. Ni se me ocurriría quejarme. Así es nuestro sistema. Sin embargo, escucho voces de disgusto entre quienes hoy, trabajando, pagarán la mía. Visualizan un oscuro futuro, sin duda. Lo peor es que, si ésto sigue así, puede que ni ellos, ni nosotros, cobremos pensión alguna.

Desde el Gobierno se demonizan los sistemas de capitalización, los planes de pensiones privados, a los cuales se les ha cercenado casi cualquier beneficio fiscal con el argumento ficticio de que son "cosas de ricos" y, a la contra, se siguen pidiendo préstamos para pagar las pensiones de reparto. Cuando ésto que ya es insostenible devengue en ruina, cuatro genios en Europa (que tiempo atrás impulsaron normas y procedimientos que facilitaron la misma) impondrán a nuestro país tales restricciones que más nos valdría a todos exiliarnos hoy a Chile.

Entre otras cosas, urge resolver la desaceleración del crecimiento económico, el altísimo nivel de deuda pública que un día nos asfixiará, la inflación galopante que golpea día a día en las bolsas de la compra como una bola de demolición en nuestros salarios y, sobre todo, urge encontrar trabajo para millones de ciudadanos y limitar las subvenciones. Sólo con esfuerzo y productividad volveremos a una senda similar a la que nuestros padres y abuelos nos dejaron, porque ésta por la que caminamos, llámame agorero, ésta no es un buen camino.