Yolanda, vicepresidenta y ministra de Moda
Hace unos días saltaban todas las alarmas de la ultra derecha al filtrarse una foto de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, en un salón de belleza donde se podía ver a la política leyendo un libro mientras una esteticien le hacía la pedicura.
Varios medios de comunicación afearon la imagen de la que se ha convertido en una de los líderes principales de la izquierda española por ser para ellos la higiene y el cuidado de los pies incompatible con la ideología comunista.
Se abre aquí un debate tan relevante como absurdo, ¿se puede ser de izquierdas y cuidar tu imagen?
Ya fue motivo de polémica cuando la política de Vox, Macarena Olona, la llamó de forma irónica 'fashionaria' hacia una clara alusión a su estilo a su vez que relacionaba los conceptos fashion (moda en inglés) y la figura comunista de la Pasionaria.
En defensa de nuestra Ministra de Trabajo y Economía Social diré que nunca ha disimulado el cuidado que le pone a sus looks y nos ha ofrecido algunos de los mejores estilismos que se acercaban por poco al nivel de nuestra reina Letizia y que dejaban muy atrás a una primera dama casi inexistente.
El sector político ha tendido, históricamente, a desvirtuarse y alejarse de la moda para reafirmar su autoridad. Y más si eres mujer y de izquierdas. Debes dar una imagen de que te tomas demasiado en serio como para preocuparte de qué zapatos llevas al Congreso de los Diputados.
Sin embargo, Yolanda rompe con la tradición de sus compañeras de Gobierno de mantener un estilo sobrio que les equipare a sus iguales masculinos, e introduce elementos menos habituales de los códigos normativos.
Si ya vimos a Carmen Calvo con algunos de los bolsos de lujo más espléndidos de Louis Vuitton, Díaz apuesta por prensas algo más baratas pero muy a la moda. La gallega confesó en una entrevista a la revista 'Yo dona' que tenía muchísimos zapatos, y yo puedo dar fe de ello que nunca repite tacones cuando sube a hablar al estrado.
'Fashonista' de apariencia pero comunista de ideología. Más de una vez ha confesado que reutiliza muchas prendas que heredó del armario de su madre y que su tienda favorita es Zara, acercándose un poco al resto de los mortales.
Cuando ya creíamos exterminados los discursos que asignaban la imagen del político asociado a los partidos conservadores a hombres elegantes y la de los sindicalistas a gente más desaliñada, surge un ingrediente todavía más polémico: ellas.
De todas formas, deberíamos dejar que cada cual hiciese con su imagen lo que le viniese en gana y limitarnos a juzgar simplemente el trabajo de la persona, independientemente de su género, empleo y sobre todo ideología.